domingo, 10 de febrero de 2013

...No compres sus discos! (5 bluffs sin paliativos)

 Bien por poseer una trayectoria anterior que les avale; bien por jugar las bazas de una relativa provocación (esto es, recalentando las enseñanzas del shock rock más elemental) podemos hablar sin temor de una categoría de bandas, protegidas por ciertas publicaciones totémicas patrias (Aunque muy especialmente por una de ellas) que, de no poseer los condicionantes mentados más arriba, no pasarían de la categoría de maqueteros sin remisión. Balones hinchados, a veces por sincero altruismo; otras, demasiadas, sirviendo a los intereses de plumas mercenarias que también hacen su Agosto cómo promotores de esas mismas medianías que ensalzan. Hagamos memoria con algunos casos.

5. Bloodlights


Quédaos con sus caras: Trileros de marca mayor!

Alguien señaló en una ocasión, con bastante tino, que el combo de Captain Poon (ex-Gluecifer) "chulea riffs con más carisma que canciones", y lo cierto es que no se puede dar una definición más acertada del negociado en el que anda metido el otrora guitar hero noruego. No faltaron los que tuvieron la ocurrencia de situar su obra a la altura de los hitos de un rock escandinavo que, por aquellos años, los de su debut, era poco menos que una entelequia. Pero lo cierto es que su producción, tipificadísimo punk n' roll carente de charm, es muy poca cosa. Casi nada, diríamos. Sirva para rematar la comedia el hecho de que sus shows, catálogo de mucho ruido -poses á la MC5- y pocas nueces -esto...¿canciones?- no suelen llegar ni a la hora de duración. ¿Alguien da menos?

4. The Chelsea Smiles


Graban discos en un día y medio, hacen shows de 20 minutos...
Cómo sean igual en todo...

 Sí! The Chelsea Smiles dan menos, muchísimo menos. Ensalzados por cierta revista cómo la última sensación punk en general y cómo la legítima continuación de D-Generation en particular (lo que de paso les servía de excusa para clavarle estiletes al bueno de Jesse Malin; que no es que sea Joe Strummer, pero juega en otra liga) La enésima aventura de Todd Youth, pistola de alquiler que nunca igualó -no hablemos de superar- su paso por la superlativa banda neoyorquina, fue un delicioso montón de nada.
 Supuestos valedores del club de los rockers muertos (Thunders, Bators...) se jactaban de haber grabado su debú en 36 horas. Pero una escucha más o menos atenta a "Thirty Six Hours Later" nos deja con la inequívoca sensación de que, a la luz de los resultados, muchas horas de más se comieron estos tíos en el estudio: Hard punkarrero de serie media, cuyo consumo no deja huella alguna y crea una incómoda sensación de vacío temporal.
 Por sí fuera poco, se ve que les gustaba faenarlo todo igual de rápido, siendo su primer tour por estas tierras todo un fetiche para el que acudió: Unos shows cuya duración media, señores, fue de 20 minutos. Actitud, dijeron algunos que era. Yo prefiero no calificarlo.


3. Towers Of London


Algo va jodidamente mal cuando un grupo de punk rock 
obtiene patrocionio de la Kerrang!

¿Os acordáis de ellos? Sí, aquellos que decían -grupo y medios- que iban a ser los próximos Clash/Sex Pistols/Damned, los salvadores absolutos del punk '77 surgidos por generación espontánea, los que abrieron un Azkena...
 Lo más gracioso es que parte de la media que se encargó de tejer su panoplia (Revistas, blogs, webzines) eran plumillas que habían pasado olímpicamente del punk en toda sus acepciones, desde el clásico al ejercido por las bandas escandinavas en los 90's, por lo que era poco menos que sorprendente -o quizás no tanto- verlos entregados con semejante devoción al futuro del género.
 No diré que "Blood, Sweat and Towers" sea un mal disco, no; Sólo que sabe a correcta e inane repetición de esquemas sin chicha frente a la obra de grupos influidos por el faster and louder que editaban discos en aquellos años: Llámalos Supersuckers, Hellacopters, Turbonegro, Nomads o The Dirtbombs. Ah, espera, que éstos no llevaban imperdibles y pelos en punta. Ya me parecía.


2. Toilet Boys


Hoy lo hype serían cuatro folkies barbudos con pinta de mormones,
hace diez años eran cosas así...

 Pasemos a desgranar los ingredientes de los chicos del lavabo: Un frontman travesti, un montón de gimmicks de shock rock sección saldos (Guitarras humeantes a lo Ace Frehley, instrumentos en llamas, mini cohetes...) y... Ni una sola canción no ya memorable, sino con gancho (eso que otros grupos menores dominan a la perfección, pese a su condición) Cómo era de esperar, esa leve mácula no supuso óbice alguno para que la-revista-que-tu-y-yo-sabemos los vendiese cómo unos afortunados herederos de KISS y Ramones.
 En efecto, en su continente había teatro y mucha velocidad, pero, a diferencia de las bandas mentadas, éste no envolvía contenido reseñable alguno. Una entrañable nadería.

1. Texas Terri


No se puede decir que triunfara por ser una cara bonita...

Y cerramos con el bluff maestro, la gran venta de humo, el hype underground -permítanme la paradoja- definitivo: Texas Terri.
 En cierto modo, hay algo mágico tras ese nombre, a saber: La última campaña de marketing rockero a gran escala por parte de la prensa rock de aquí, esa clase de operación, más común en décadas doradas, cuándo las vacas gordas, que conseguía que una medianía tuviese sus 15 minutos de fama; eso fue Texas Terri. Pero contemos bien esta historia, que la ocasión lo merece.
 Hace una década, esa revista que hemos aludido veladamente a lo largo de este artículo, había encontrado la salvación del rock and roll: Una destacada émula de Wendy O. Williams, dispuesta a devolverle el peligro y la actitud a tan denostado género. A partir de ese punto, comenzó un bombardeo de publicidad, entrevistas, artículos y referencias que fueron abonando el terreno para lo que sería su primera visita española.
 Ahora, en pleno de auge de internet sería impensable (Spotify y YouTube despejan muchas dudas de antemano) pero en ése entonces la estrategia funcionó, consiguiendo que la de Austin tuviese una nutrida acogida en su paso por la Ciudad Condal. Sé por gente que estuvo allí que la visita obtuvo unos resultados como hacía años que no se recordaban: Capos de revistas que no acudían a un show desde hacía 20 años, miembros de bandas y una masa de gente que iba allí sin saber muy bien que encontrarse, ya que leer, habían leído mucho al respecto, pero de lo que iba a sonar, ni zorra. Una respuesta, en suma, que ni Motorhead habrían obtenido en ese contexto.
 ¿Y cual fue la acogida? La mayor parte de la gente que acudió salió hondamente decepcionada, aunque, en éste caso, la culpa fue en parte suya, por dos razones. En primer lugar, no habían leído la letra pequeña: El pasquín hablaba de peligro, actitud... En ningún momento de música reseñable. En efecto, la tipa se podía quedar en bolas y mearse encima tuya, cómo en efecto hacía, pero no ibas a salir del lugar silbando una de sus tonadas. En segundo, no estar al tanto del colorín underground del momento: Y es que la punkie se lo estaba montando con la cabeza visible de la revista que tanto había hecho por darla a conocer, por lo que aquello, en última instancia, obedecía a intereses de bragueta, como se supo más tarde ampliamente.
 Con el tiempo, el público pudo oír sus discos detenidamente, y darse cuenta de que lo que poco antes era vendido como la salvación del género de Little Richard eran productos perfectamente olvidables. Asimismo, el boca-oreja hizo su efecto, y sus audiencias fueron cada vez más minoritarias, aunque aún le quedó tiempo para comparecer en festivales que, de no contar con tal ascendiente, no la habrían llamado ni para probar sonido. Cuándo puso fin a su tórrido affaire con el carismático plumilla patrio su presencia se volatilizó de su revista, y diríamos casi que de todas las demás. Qué tiempos...